Sí que hace bastante que no escribo, che.
Voy a explicar brevemente las razones de mi ausencia para el que no me conoce o no las sabe:
Desde diciembre hasta el 15 de abril trabajé en un cine de mi barrio vendiendo pochoclos; también en marzo empecé mi último año de facultad y entre medio de todo eso, también cambié ciertas actitudes en mi vida en parte gracias a mi psicólogo (ya te inmortalizaré en una obra, Juan) y en gran parte gracias a que me dispuse personalmente a hacerlo.
Ahora me tomo la vida con mucha más calma y ligereza y con una visión mucho más relajada y centrada de todo lo que hago, aparte de darme el lujo de ser quien soy y no reprimirme en lo que hago; ya no tengo más esa aceleración constante que me invadía y no me dejaba pensar u organizarme mentalmente.
No tuve muchas ganas de escribir en el blog porque mi mente estaba ocupada con otras cuestiones, tales como verme con un montón de gente y organizar el comienzo del año que arranca con un montón de tareas.
De paso, y como ya muchos sabrán, soy un romántico incurable constantemente esperanzado que fácilmente pierde la cabeza por las mujeres. En este momento hay una que quiero más que a nadie en el mundo y me sobrevuela los pensamientos con bastante constancia; es la misma chica que me hizo volver a creer en el amor, a pesar de haber imaginado (ilusamente) marchita esa parte de mi.
El título de esta entrada originalmente se iba a llamar "Justicia poética" por la felicidad que estoy viviendo en todos los aspectos de mi vida, sobre todo desde que dejé de laburar full time como pochoclero, pero ayer tuve el infortunio de ir a hacer trámites de la obra social que me cargaron de mucha bronca y angustia (aunque ahora por suerte puedo hacer que no me afecte tanto como antes).
Bronca porque no entiendo cómo en este país, a pesar de los cambios de gobierno, a pesar de que la gente sabe salir a protestar, a pesar de que se cree en un cambio y la juventud hoy en día actúa de inspectora y reclamatoria de (casi) todo lo que pasa, a pesar de que hay un cambio de mentalidad muy evidente en la sociedad, sigue habiendo un sistema arcáico de organización en cuanto a trámites se trata.
Angustia porque no me quiero imaginar a mis hijos y los hijos de mis amigos viviendo en un país en que los trámites burocráticos sean tan densos y testarudos.
Somos un país de proyección primermundista, pero dominado por personas de tercer mundo (esto lo digo sin meterme en la organización del país actual que, como ya dije en varias ocasiones, hasta que no se vayan del poder no podré tener una opinión total sobre ellos aunque veo que hay cosas que sí cambiaron muy positivamente, -como sacar a mis contemporáneos a pelear a las calles, por ejemplo-).
Tenemos mentes de las más increíbles que se puede imaginar el mundo, desde todos los ámbitos. Eso es lo que más bronca me genera: se sabe que tenemos 6 premios Nobel en nuestro haber (la cantidad más grande de latinoamérica, aunque también este tipo de premios sea altamente cuestionable); gente que dedica toda su vida a ayudar ad-honorem al prójimo, sin importar quién sea; el desarrollo de artistas que experimentaron y experimentan desde lo más profundo de la mente humana hasta lo más barrial, humano y social que puede existir; y un largo etcétera que algún día completaré. Deberíamos estar orgullosos de haber nacido en esta tierra de arte, brillantez y calidez humana tan agradable. Lamentablemente todos los que queremos triunfar de cualquier manera vemos nuestros planes empobrecidos por la inoperancia reinante en algunas leyes idiotas y absurdas (tanto del curriculum de la sociedad como (in)visibles en su curriculum oculto).
Si, hay gente despreciable, eso no se podrá negar nunca porque es parte del ser humano y de su educación, como también es parte de nuestra educación aprender a tolerarlos lo más posible, aunque ellos no lo hagan recíprocamente.
Yo, por mi parte, cuando tenga las ganas y contactos suficientes, creo que podré llevar a cabo algunos proyectos de ley, como para que se vea a viva luz que lo que Perón creó alguna vez para combatir (y prácticamente eliminar) el anarquismo, que no discuto que haya sido una idea muy inteligente y positiva en su momento, hoy en día se salió de control y está manejado por mafiosos y dictadores callados dignos hijos de cualquier asesino siciliano o de la vieja Toscana italiana. Este tipo de seres lo único que buscan es mantener el poder a toda costa y arreglar todo con dinero, como si eso fuera lo único importante en la vida. ¿Quién sale perjudicado de esto? ¡Y!¿Quién va a ser? El ciudadano común. O sea, nosotros.
Basta de tantos tontos tratos y tan magnífica estupidez mental. El sindicalismo es sólo una parte del malvado engranaje que hay que combatir para cambiar las cosas. Ni siquiera quiero ponerme a hablar de lo que genera para mi que me discriminen por decir que quiero vivir de mi arte. O que no se valore en lo más mínimo al estudio como un trabajo que ocupa tempo valioso de vida.
No somos pocos, somos más de lo que creemos. Si nos unimos con ideas copadas, revolucionarias y sobre todo ORIGINALES podemos cambiar las cosas para bien.
Para que se deje de discriminar al otro por el color de piel, lugar de procedencia, trabajo que realiza, cosas que hace, o sueños que tiene por cumplir.
Para que se deje de pensar que "está todo más o menos bien"; porque si metemos la mano más a fondo de este brillito aparente, vamos a ver toda la mierda que se esconde. Y si la vemos, la podemos eliminar.
Yo provengo de una familia en la que no esperamos que los demás hagan las cosas que queremos, sino que vamos y las hacemos nosotros (esa es principalmente la razón del éxito de mi hermano en su trabajo). Creo en eso un muy buen ejemplo a seguir para todos los que quieran compartir mi filosofía de vida.
Bueno, ya hablé, dije lo que tenía que decir por ahora, seguiré algún otro día cuando me alcancen los tiempos y las ganas. Le cedo el paso a la Dra S y a todos los que se copan debatiendo por acá.
Saludos, mortales.