lunes, 22 de noviembre de 2021

El silencio (no) es salud

 Esta entrada surge de una conversación que tuve con mi tía sobre un comentario que hice en una entrevista por mi libro.
En un momento en que hablaba sobre la libertad de expresión y la imposibilidad que suele tener el alumnado general de poder decir lo que quiere en clase (sobre todo lo referido al capítulo 2: "En búsqueda de la intimidad aplicada y lejos de la intimidación")  en un momento dije "el silencio no es salud, es enfermedad" lo cual fue una referencia a la frase que se decía en época de dictaduras militares para dar a entender de que sólo se podía hablar de los temas que la junta militar considerara correctos, quienes tomaron la frase de un cartel que estaba presente en los hospitales para que la gente aprendiera a hacer silencio y mantener la calma en un lugar de constantes emergencias. Al escuchar esta frase mi tía, profesora de yoga, me planteó que comprendió mi punto de vista pero me aclaró que "en el caso del yoga, y toda actividad que refiera a la vida espiritual de la persona el silencio es la base para conectarse con un@ mism@, de aprender a escuchar con la mente sin interferencias, siendo que ese silencio es sanador. Desde la quietud del silencio emerge nuestra verdadera esencia, nuestro verdadero ser, que está más allá de la mente.
Aquí me surge el planteo de que en las escuelas, y en la vida en general, no se tiene verdadera conciencia del poder del silencio, de la capacidad de interiorización que se tiene y que es una cuestión que se puede trabajar a futuro. Claro que está la cara oculta de por qué no se intenta que el silencio se considere relevante en la vida cotidiana: que la gente piense, reflexione sobre sus errores y redima su conducta va en contra de la sociedad de consumo y de lo que apunta la vida posmoderna. Sólo basta con darse cuenta que hoy en día es casi imposible toparse con momentos de silencio y soledad considerando la cantidad de estímulos que tenemos constantemente todas las personas. Es como si fuera una carrera por parte de los anuncios cibernéticos por ver quién y cómo captan más tu atención y por más tiempo, obligándote a vivir en una vorágine de actividades sin final, incluso estando acostad@ en tu cama a solas. Sentarse a leer, a mirar el techo o algún paisaje cercano parecen objetos lejanos comparado con la facilidad que se tiene de alcanzar nuevos conocimientos por medio de la web con sólo prender la pantalla del celular.
Esto se exacerba muchísimo más si no se tiene una preparación mental para saber afrontar las frustraciones, moverse con calma o con una psiquis estable. En este punto estoy hablando de la juventud y de las personas en formación (aunque no de manera exclusiva) que observan la realidad desde los parámetros que le indican las nuevas tecnologías y las redes sociales. 
Puede existir una confusión muy grande en sus mentes si constantemente están inquiriéndoles sobre distintas maneras de analizar la realidad y tantas miradas como links de internet. Por eso necesitamos asumir la responsabilidad como adultos de explicarles que muchas de esas visiones son demasiado personales y no necesariamente reflejan la realidad o se dicen para que el/la espectador/a piense como ell@s (siempre y cuando el/la adulto responsable pueda hacerse cargo de sus propios estímulos y tenga en claro su punto de vista sobre el tema puntual que analiza su alumn@ o allegad@ a cargo).

Yendo hacia un punto de vista más profundo sobre la cuestión, el silencio es usado como un recurso por las fuerzas del orden para mantener las cosas como están, para no alterar el panorama que rodea a los sujetos. Esto va en contra de la naturaleza humana, que requiere del cambio constante para poder realizar actividades nuevas. Somos seres sociales y en movimiento, tanto interno como externo. Necesitamos de explorar nuevos horizontes constantemente y expresar lo que pensamos sobre los temas que nos atañen. El silencio es la complicidad de otorgar la palabra y callar el punto de vista en relación a lo que está sucediendo. Es lo mismo que decir "estoy de acuerdo con lo que sucede aunque no pueda realmente decir lo que pienso por una falta de autorización interna o externa". Ejemplos de estos son la inacción frente a la represión policial, al dolor de las familias que viven en la indigencia o las situaciones de injusticia que se viven a diario. Por supuesto que no todas las personas pueden modificar esas realidades tan extremas y que darse cuenta de que se convive con las mismas es muy crudo, pero hay gente que sí tiene la posibilidad de ayudar al prójimo y ELIGE no hacerlo para continuar en el camino del beneficio personal egoísta.
Otros ejemplos del silencio usado por mecanismos del poder son los casos de abuso frente al alumnado en las escuelas (ya sea bullying o de intimidación jerárquica, por ejemplo) que son ninguneados por el personal docente o l@s directiv@s, o en ocasiones también por las familias. Hace poco estaba en una reunión y se me acercaron dos alumnas del Instituto Frederick Chopin de acá, de Mendoza, y me comunicaron una situación muy indignante que les sucedió: resulta que un profesor de danza de esa escuela supuestamente le había enviado una foto de su pene a una alumna. Esta situación es aberrante por donde se la mire y, tal como indica la ley, SIEMPRE se le debe creer al alumnado en casos como este. Siendo una escuela privada (o sea, una empresa) a pesar de que hubo protestas MASIVAS por parte del alumnado para que se sumariara al docente en cuestión, las autoridades escolares lo protegieron con excusas baratas y de hecho sancionaron a todo el alumnado que se les puso en contra pidiendo por sus derechos. Cabe destacar que en esta escuela no se les está permitido tener centro de estudiantes (de nuevo, como indica la ley que debe haber) ni clases transversales de Educación Sexual Integral (idem). Así la escuela se lavó las manos y acalló las voces de protesta. Este hecho no tuvo ningún tipo de relevancia mediática aun en tiempos de wi fi y redes sociales instantáneas. Es por esto que me parece que el silencio en ocasiones puede ser MUY perverso y controlador.
 
Sin ánimos de intentar armar la revolución desde una página de internet voy a proseguir con la reflexión. Aquí me referí al punto de vista político, siendo que en términos sociales el silencio es visto como un signo de sapiencia y de madurez, permitiendo por un lado escuchar la palabra del/la interlocutor/a y por el otro permitir un momento de pausa, de parar la pelota y de ponerse a pensar en qué es lo que está sucediendo o qué llevó a la conversación a ese punto. El diálogo requiere silencios, necesita de pausas y de aprender más a escuchar de lo que se habla. Esto lo digo por experiencia, ya que siempre fui muy ducho con la palabra tanto oral como escrita pero no así para aprender a callarme para escuchar al/la otr@. Reconozco mi error en ese aspecto como también reconozco que hubiera evitado meter la pata muchas veces si me hubiera callado en el momento oportuno. Es el autocontrol lo que suele fallar(me) y esa es una de las razones por las que no me gusta expresarme en las redes sociales: lo que se dice ahí es instantáneo y eterno, sin ningún tipo de interpretación más que la que realizan las personas que te leen, muchas veces sin conocer el contexto o la intencionalidad por la que escribiste eso.

Paradójicamente el silencio requiere de reflexión para comprenderlo, para entender las implicancias que tiene el callar en el momento oportuno o generar una pausa para continuar expresando una idea. Nos bombardean constantemente con información y nos suplican que llenemos nuestros momentos de voces, de sonidos o de "ruidos blancos" para no mirar hacia adentro y palpar nuestro interior, aquello que nos pasa y que en ocasiones nos molesta, pero que tenemos que aprender a comprender para poder trabajarlo. El silencio es poderoso, puede ser contundente o maravilloso en ocasiones y sólo se requiere de voluntad y trabajo personal para escucharlo. Acostumbrémonos a convivir con él.