Me parece que esta vieja frase de TTM es la mejor para definir a las personas que me crucé de Neuquén hasta ahora, cumpliéndose hoy un mes desde mi llegada a la capital de la provincia.
No es sólo la humanidad la que me llama la atención de esta ciudad que, cual Golem judáico, fue creada sobre bases de arcilla y tierra.
Pero empecemos por el principio: la población es muy diversa y rica para conocer, habiéndose encontrado en el mismo lugar mormones, evangelistas, un par de judí@s y gitan@s. Me llamó bastante la atención este tipo de curiosidades, hasta que me dijeron que es una ciudad que más bien es "de paso" en la Patagonia y que es la más grande de la región. Esta convivencia continua de tal cantidad distinta de culturas, sumada a la mapuche cercana y la invasión roquense/rionegrina (si me permiten hacer el chiste de doble sentido), hace que tenga una identidad humana muy distintiva. No sólo es muy rica en petróleo, sino que también es, a falta de otra palabra que lo defina más abiertamente, de buena gente.
Si pueden ayudarte, te ayudan; si pueden darte una mano, te la dan; y si ven que te falta por acomodarte, hacen lo posible para que te sientas lo más cómodo posible. Muy poca gente es la que me crucé por acá que me recordó a la odiable masa humana que habita la ciudad de la furia y que me obligó a abandonarla.
¿En qué tipo de teorías baso todo esto? Para empezar, antes de que yo llegara, me comuniqué con el equipo de las Hienas de la Calle, dado que es el más grande de la ciudad y era el que más posibilidades de estadía podía darme. Lo que pretendía en mis proyectos, se terminó cumpliendo y con creces: yo esperaba que una persona me dejara uno o dos días en su casa, así yo podía acomodarme y buscar un sitio más cómodo de residencia desde el lugar a donde me dirigía.
El resultado fue magnánimo, habiéndome quedado no sólo dos, sino DIEZ días en la casa de una jugadora freshie que empezó en el deporte en diciembre del año pasado (o sea, mientras yo pensaba mi viaje para acá). Ella, contrariamente a controlarme, me cedió una cama y las instalaciones de su hogar mientras trabajaba todo el día. Así pasé una semana y media mientras iba a las escuelas a llevar mis propuestas escolares y me quedaba varias horas hablando en la peluquería de Amy, la que podría considerar mi primera amiga en la Patagonia.
Pasado ese tiempo, y dado que no había encontrado sitio para acomodarme todavía, me tocó llevar todas mis pertenencias y mi cuerpo a otro lugar. Ese otro lugar fue la casa de otra jugadora, más experimentada, pero que tenía un par de cuestiones que me llamaron la atención. La primera, fue que había tenido un accidente con la moto hacía unos pocos días por lo que su dentadura (sitio más bastardeado por el golpe) estaba bastante frágil; la segunda fue la humildad del lugar donde vive, siendo este mucho más sencillo y con menos comodidades que la de la primera jugadora; y la tercera, y la que más me llamó la atención, fue que tiene una hija de cinco (ahora seis) años que vive con ella! O sea, invitó a vivir con ella a un completo extraño de Buenos Aires (bleeergh) teniendo una hija chiquita y una situación desfavorable.
Por suerte tanto ella como una jugadora de otro equipo (Barderas Insurrectas) me aconsejaron para llegar a donde estoy hoy: una pensión sencilla por la que pago muy poco y puedo resistir un poco más de estadía.
Sin siquiera pedirlo ni necesitarlo tanto, un jugador de otro equipo, amigo de las chicas, y con un gran corazón, me invitó a vivir con él desde el mes que viene! Así que sigo agradeciendo infinitamente la amabilidad que tiene la gente del Roller Derby neuquino.
Aparte de estas experiencias relacionadas al deporte que más me atañe, la ciudad está hecha sobre bardas (mesetas de tierra, arena y arcilla) y orientada hacia el público petrolero que usualmente viene del exterior a explotar la zona. También por acá hay buena cosecha e manzanas y peras, por lo que es com prácticamente todas las personas que me crucé en el camino me han hecho sentir bienvenido o embebido de una gran calidez: almuerzo y cena en Cutral-Có, chivito con amig@s en El Chocón y comidas varias en Neuquén, como demostración de cariño patagónico.
Pero no todo es comida en la vida (aunque sí significa mucho eso para mí). La onda que tiene la gente, la amabilidad que se les nota día a día y las ganas de ayudar al prójimo que contagian las personas que me cruzo a diario (sean de acá o no) es algo sumamente positivo que quiero documentar de esta ciudad.
Sí, es un poquito más cara que Buenos Aires, pero vivir acá no es para nada negativo. Es cuestión de dejarse transformar por el aire fresco, las vistas tan bellas que hay de todo lo que hay alrededor y de las ganas de ser mejor persona.