(O padre, o xadre, o cualquier tutor/a o encargadx...)
Es bastante infrecuente que yo vea televisión. De hecho, es una actividad que me dejo solamente para cuando visito a mi familia en Buenos Aires, ya que el ruido blanco me aturde y el contenido de la tele ya me parece insoportablemente banal. No es lo mismo hablar de la televisión de ahora que de la de los ´90 en la que los canales infantiles tenían cierta profundidad, osadía o una pizca de crítica social.
Por lo general hoy en día disfruto de ver solamente algún ocasional partido interesante de futbol, La Ley y el Orden UVE (más por el desarrollo de las historias que por la vanagloria de la policía y su ficcional conducta) y programas enciclopedistas de entretenimientos. Sobre este último punto es que quiero poner el énfasis en el posteo de hoy.
Luego de muchos años de dejar la televisión de lado para utilizar como medio de información los videos de YouTube, Google y redes sociales, consumiendo y a veces comentando lo que me aparece en internet es que perdí constancia de ver la tele, de disfrutar de un consumo pasivo, lo cual hoy en día casi que no logro comprender, aunque puedo reconocer su punto "no-tan-negativo" ya que la vida adulta te exige momentos para relajar la mente y no pensar durante un ratito. [Esto lo entendí cuando analizaba los ejercicios de Educación Física en el secundario y comprendía que el esfuerzo requiere un momento de relajación para evitar la sobresaturación (algo frecuente en mi mente después de la cuarentena).]
Tal como me decía mi querido director Omar Ottomani: "cuando trabajás en la televisión te dicen que imagines que todo el público tiene 12 años", con todo lo que eso significa. No creo que haya cambiado demasiado desde que me dijo esa frase allá por el 2008 hasta ahora, ya que la "profundidad" de lo que se ve en ese medio es propia de una persona hormonal, confundida, inquieta, incómoda, dependiente y con un pensamiento abstracto todavía sin demasiado desarrollo. Y no sólo es el contenido basura lo que me molesta sino la banalización de todo lo que aparece en ella, con una especial intencionalidad de cercenar la profundización de todo lo que se le atraviesa: se trate de temas familiares críticamente dramáticos o chimentos sobre la vida de otras personas, pasando por ficciones que enaltecen a las Fuerzas del Orden o reality shows vomitivos.
Otro punto que me gustaría destacar es la diferencia que hay entre lo que se valora en la televisión en los programas de concursos con lo que se está revalorizando en la vida cotidiana, siendo que el medio está quedando obsoleto por no poder adaptarse. Hay un especial acentuación en el enciclopedismo, en la memorización y capacidad de recordar datos, tengan ellos mucha o poca relevancia a nivel académico (aunque en ocasiones también se depende de la fortuna o la destreza física). Ya la vida cotidiana, con la existencia de Google y redes sociales hace que no sean tan necesarios ese tipo de conocimientos, pero evidentemente la televisión no escucha eso que sucede.
Por sobre todo este contenido el que más me molesta (y por lejos) es la manera que tienen de destruir vidas de personas indefensas, con la excusa de que les están dando "la oportunidad de sus vidas" al salir en la tele. La invisibilización de las personas con discapacidad, la frivolidad con que se "integra" a las personas trans y la falta de respeto hacia las personas de barrios marginales también ayudan a enfatizar la decadencia de este medio de información.
En particular siempre me incomodó de la televisión la facilidad de mostrar la vida de menores de edad y explotarles como si tuvieran el nivel de comprensión de adult@s. Como si la convención de Derechos del Niño, Niña y Adolescentes no existiera. Esto lo critiqué allá lejos y hace tiempo cuando hablé de Cris Morena en los primeros años de mi blog, cuando tenía una antipatía particular hacia las series de esta productora, aunque me fijaba más en su contenido y la creación de estereotipos más que en las condiciones de trabajo de sus actores/actrices.
En esta ocasión me gustaría sólo recordar que estamos hablando de personas que están en formación, con una comprensión limitada del mundo (sin importar la edad de la persona que se hable, siendo que cualquier persona menor de 18 requiere más años de "juicio" para darse cuenta de lo que sucede en el mundo). Cualquier programa que incluya en su haber a niñ@s y menores de edad les está dando una exposición abominable para el cuidado que deberían tener sus vidas, las cuales, creo yo, que se están mostrando por medio de un personaje incompleto, bajo el yugo de necesidades de productores nefastos que buscan una carita dulce, un cuerpo joven y/o una persona indefensa para explotar a gusto, sin importarle las consecuencias de lo que está generando en la vida de esa persona. Porque después de "salir en la tele" hay miradas en la calle, hay comentarios en la escuela, hay disputas económicas en la familia y un sinfín de conflictos innecesarios en esa etapa de la vida que se podrían haber evitado si las personas que debían cuidar y velar por la vida de esa persona no la hubieran sobreexpuesto en la caja boba, como si no tuviera consecuencias aparecer en la tele.
Todo este descargo surge no sólo por las intensas horas de grabación que puede tener un actor/actriz al aparecer en un programa con regularidad, sino por lo que genera por un lado la sobreestimulación de información y el posterior descenso a la vida cotidiana. Porque la fama tiene eso: por un lado tenés los aplausos, los vitoreos y las risas enlatadas pero cuando se apagan las cámaras te vas a tu casa. Y en tu casa estás vos con tu mismísimo ser en soledad. ¿Sos capaz de bancarte esa desazón, esa falta constante de congratulaciones? Hay que tener una psiquis muy bien construida para poder bancarse ambos mundos sin problemas.
Esto lo digo porque sí, es posible estar bien sólo por una aparición en la tele, pero puede existir el caso (que suelen ser la mayoría) de que la gente te vea como "ah, sos el pibe del programa de canal --- que dijo ---" y eso no siempre es fácil de vislumbrar para una persona de 9, 12 o 15 años, ya que está en constante búsqueda de una identidad individual y grupal, a veces jugándole en contra ese fugaz reconocimiento. Esto que hace unos años podía ser momentáneo y efímero hoy en día ya no es así: todas las personas tienen (tenemos) un archivo y nadie lo resiste. "Uy, dijiste tal cosa tal día de tal año en tal red social", "perdiste en un concurso por decir tal cosa, ¿cómo vas a decir eso? ¿No te das cuenta lo burro que sos?", "¿Qué hacés, apodo-puesto-por-un-conductor?" [Sobre este último recuerdo un torneo de futbol infantil que pasaban por Magic Kids, en el que se podía competir con tu escuela y luego se transmitía en televisión, con árbitro y un relator que, para amenizar un poco los partidos les decía a los jóvenes "el loco", "el flaco", "el payaso" tal... descuidando que cuando dejara de rodar la pelota y se apagaran los reflectores estos pibes, varones todos, volverían a la escuela, siendo víctimas del bullying por los apodos que este inocente adulto les dijera en pantalla.]
Nada es inocente en televisión, nada está librado al azar o descuidado. Las personas que revisan los contenidos y que permiten que salga lo que salga saben lo que hacen. Y cuando permiten que la juventud sea víctima de miradas, de comentarios y sea devorada por el mundo adulto lo hacen por una falta de empatía absoluta y muy cruel.
Lo único que espero es que la televisión se termine de apagar en el futuro, porque esperar a que mejore en materia de contenido o consideración por la vida de las personas es casi imposible y de una lentitud letárgica. Vermut con papas fritas... y good show #nomastv