Me pasó de vivir experiencias personales en las últimas semanas que me hicieron replantearme el tiempo que dedico a mi oficio, profesión y actividad principal.
Por un lado está bien pensar en hacer lo que me gusta, pasarla bien en las cuatro escuelas y el centro cultural en donde doy clase todas las semanas, siendo que siempre voy con mucho placer a trabajar. Pienso qué puedo hacer, cómo puedo llevar a cabo lo que me propongo, cuál podría ser la reacción y cuando me sale bien es un placer enorme, pero tener 13 o 14 grupos por semana puede ser muy desgastante, sobre todo si se quiere tener una vida afuera de las instituciones educativas. Llegué a un punto en que los viajes de media hora o 45 minutos de mi casa a las escuelas se volvieron mi siesta o momento de relajación para estar conmigo mismo, mirar las montañas por la ventana (para revalorizar y reafirmar el por qué me mudé a Mendoza) o incluso los silencios de mi casa y el barrio en el que vivo son ese descanso auditivo que no puedo tener cuando voy a trabajar. Encontré los espacios para relajarme en lugares que antes me pasaban inadvertidos porque no los tenía en cuenta y no consideraba que las 24 horas del día pueden tener un valor específico para mi bienestar personal.
Cada segundo puede tener su mérito para poder estar bien conmigo mismo, encontrarme en el que soy y el que quiero ser tanto en el presente como de cara al futuro. Comprenderme en la diversidad de actividades que me ocupan en el día a día, sumado a las actividades puntuales de esa semana, ese mes o esa parte del año (es bien sabido que la segunda mitad del año no requiere tanta planificación puntillosa, ya que se "aceitó" la manera de trabajar con los grupos y con muchos de ellos se prepara alguna actividad de varias semanas de duración).
El problema surge cuando no coordino bien conmigo mismo y lleno esos huecos que me había dejado para no hacer nada o dormir la siesta o bajar un cambio porque justo se me necesita en ese momento particular para organizar algo más. Y tener hobbies u otros trabajos que exigen de mi esfuerzo mental o físico no ayudan para nada a sentirme pleno. Sumado a que no está considerado socialmente que la docencia requiera de tiempo extra en la casa para poder llevar a cabo las actividades frente al aula (y eso que no tengo que corregir exámenes, como sí les toca hacer obligatoriamente a algunxs de mis colegas). Seguimos siendo lxs vagxs, lxs que trabajamos por la guita o porque somos profesionales frustradxs, sin tenernos en cuenta como personas o con la seriedad con que nos tomamos nuestra labor, dedicándonos a las personas que buscan crecer en nuestras clases. Es frustrante y tedioso muchas veces, pero el impulso está en la gente que nos espera para disfrutar de nuestra materia, tengamos una buena clase o no.
No escribo esto con ningún fin en particular, sólo para recordarme a futuro qué me pasa hoy con respecto a mi tiempo y qué hago para no saturarme. Quién soy, qué quiero y qué objetivos tengo con respecto a lo que hago día a día. El que escribe hoy es distinto del de ayer aunque parecido y más centrado y será probablemente distinto al de mañana, aunque cada vez más cerca de lo que busca hacer, lo cual pude por fin encontrar y acomodar aquí donde vivo. Es sólo una documentación de mi vida, como suelo hacer por estas páginas virtuales.