No es por tener un tema preciso del cual hablar sino para despuntar el vicio de la escritura que descargo palabras virtuales el día de hoy.
Volví a comenzar las clases presenciales con alumnxs y a reivindicar la pasión y el disfrute que siento por mi trabajo. (¿Trabajo? Según Bob Black si una actividad se disfruta de esta manera no cuenta como trabajo sino como oficio o vocación.)
Armé nuevamente los horarios en las escuelas pero esta vez privilegiando mi salud mental y mi necesidad de estar tranquilo y a gusto con lo que hago. Me organizo con proyectos intermitentes, personas que están presentes y una constancia por ser quien soy en mis 34 años de vida en los que siento una gran plenitud.
Although, me atraviesa otra crisis más, otro escupitajo desde el gobierno del economista que, obviamente, ve a los humanos como recursos para llegar a un fin, no como personas tridimensionales con conflictos cotidianos, siendo el más urgente de ellxs la inflación y la devaluación de sus ingresos.
Duelen las emergencias sociales y las medidas que se alejan del bienestar de las personas que trabajan día a día o la falta de empatía con quienes no realizan esa labor porque ya la han hecho o porque no están en condiciones de hacerlo. Estamos en un territorio muy confuso de incertidumbre y falta absoluta de empatía como castigo por votar mal (ayer u hoy).
Si bien comparto el hecho de que hay muchos puestos políticos ocupados por inútiles a dedo y que el Estado se agigantó demasiado con el kirchnerismo, pero falta abrir un poco más el panorama para entender que lo que se está haciendo son hachazos al aire sin una precisión comprensible, dictaminadas por una persona con aires megalómanos y adicta a las redes sociales, que cree que puede hacer lo que quiere porque nunca le pusieron un límite para ver la vida desde el lugar de la otra persona, tal cual sus seguidores, que no sabe lo que es tener un laburo de mierda y llegar agotado a la casa para volver a empezar al día siguiente en un bucle infinito de desesperación y tortura vivencial.
En serio que quería hablar de otro tema, pero la urgencia de vivir en una crisis constante en la que nadie se pone de acuerdo y donde falta la capacidad de ver a lxs demás se filtra por todo lo que soy, incluso en mis escritos. "A lxs argentinxs les gusta vivir así" me diría mi compañera venezolana, y sí, es nuestro goce en el dolor y la queja constante. Nos quejamos, votamos mal, vivimos cada vez peor, volvemos a votar, nos volvemos a quejar, pasamos por otra inflación galopante, votamos nuevamente, llegamos a tener bienestar por unos segundos para desembocar en un catástrofe, nos quejamos, volvemos a votar mal y volvemos a repetir el ciclo. Somos un país masoquista e indeciso que se abraza cuando está bien y se queja cuando está mal. Que habla de federalismo y piensa en Buenos Aires. Que le cree a trolls de internet pero no busca lo que pasa en realidad porque prefiere que le digan en qué pensar. Se adolescentiza poniendo todo en la misma vara de valor: tanto una pelea ocasional del presidente con una popstar como el uso del lenguaje inclusivo en los discursos oficiales, mientras por detrás hacen comercios vendiendo puertos al Uruguay o explotaciones de litio a empresas extranjeras. "Que la casta pague"... pero ni yo ni mis amistades ni mis alumnxs tenemos ese dinero, aunque nos lo saque del bolsillo, como viene haciendo. Me molesta la banalización de la vida cotidiana, pero no puedo más que pelear desde mi trinchera para cambiar algunas realidades hoy y dejar un mensaje cotidiano, un testimonio de qué pasó en este momento exacto de la Historia nacional, en la que se volvió a privilegiar la economía por sobre el resto de las funciones cotidianas, con un presidente que no entiende de empatía pero sí de show business.
Podría dedicarme a algo más poético, más artístico, siendo que tuve la oportunidad hace no mucho de reencontrarme con la otra parte de mí, con ese abrazo al alma que me significa cumplir mis sueños cada vez que la veo a los ojos, en cada ocasión que nos dejamos seducir por el tiempo y la distancia y apaciguamos y reavivamos un fuego que sabemos que está ahí pero no nos animamos todavía a encender cual ritual primigenio para encender nuevas vidas. La cancelación de Cronos por Airón, gracias a tomar de las mechas a Kairós y embebernos en una vida de eterno goce que todavía no se concreta pero que marca su territorio en nuestras agendas y, ahora, en algunos fotos que parecen protagonizadas por el Doc Brown y Marty McFly.
Se funden persona y personaje en lo que somos, en lo que mostramos, pero extripándonos las máscaras sabemos quiénes somos. Sabemos que nos tenemos aunque no nos veamos, que estamos siempre ahí, con palabras que no están en el diccionario y nos definen, y nos interpelan. Nos gritan, nos martillan por el placer que sabemos que sentimos al reconocernos en ese abrazo que se queda siempre corto, siempre fugaz, siempre evanescente.
Parece que la serie tiene giros pedidos por el público, quien ama este ida y vuelta constante tan efébica y desesperada. Cuando madure la relación y cumpla lo que tiene que cumplir, será otro el resultado y empezará la nueva temporada, que promete muchas emociones y muchísimas risas y llantos.
Sigo creando, sigo creyendo que puedo seguir adelante, laburando porque sí, porque es lo que amo y porque doy todo de mí en todo lo que hago, siendo consciente que los años pasan y que tengo que elegir las batallas con inteligencia si pretendo cumplir con los objetivos trazados. Por eso no fui hoy al carrousel de la Vendimia, porque necesitaba estar conmigo un rato y escribir. Y volver a armarme de valor para enfrentar el día a día, los aumentos de precios, la inflación, la creación de enemigos que recuerdan a una grieta patética del 2011 revisionada pero del otro lado, aunque bien asentado en la vida que siempre deseé tener. Aprendiendo a disfrutarla. Con muchas amistades y familias que están conmigo para asistirme cuando así lo necesito. Ser y volver a ser yo junto a las personas que me aprecian porque saben que soy "memorable" y necesario (quizás esos soplos de aliento que necesitaron otras personas alguna vez y que yo capto y materializo cumpliendo mis sueños). Y en el fondo, esa luz de esperanza celeste que es ella, la mil veces nombrada, la millones de veces deseada y la que me recuerda quién soy con una palabra. Mi compañera de vida, de futuras alegrías y dolores, quien guardará mis secretos hasta que haya terminado de hacer todo lo que tengo que hacer, que por suerte es muchísimo y cada vez se alarga más.
No podemos dejar que los dos minutos de odio sean eternos, ni que se creen más enemigos, o que se fuerce a lxs representantes a cumplir contratos draconianos que les quiten derechos. Hay que estar juntxs en estos momentos, porque sino... no habrá un final feliz para este cuento.