jueves, 29 de mayo de 2025

Todo el dolor del mundo es mucho para cargar sobre tus hombros

 No me urge ningún apuro por seguir escribiendo aquí, como ya lo he dicho anteriormente, pero me surgió la necesidad de plantear un tema de debate que charlamos el otro día con mis dos amigos más íntimos.
Revisando nuestras infancias (genial tarea de reflexión que se realiza birra, té o mate de por medio) pudimos charlar sobre los roles de nuestros progenitores en cuanto al cuidado de la familia.
Nos dimos cuenta que, al menos en nuestro caso, lo cual también fue y es evidenciado en diversos estudios de género planteados en formaciones de ESI que realicé en los últimos años, existen diferencias sustanciales desde el punto de vista social de qué se esperaba de varones y mujeres.
Sí, no es nada nuevo lo que digo pero me llamó la atención que compartimos un punto en común con mis amistades que nunca habíamos visto (teniendo en cuenta que llevamos más de 14 y 20 años de amistad con cada uno de ellos siempre está bueno descubrir cuestiones como esta) y es el hecho de que por un lado el rol del varón (no se podría hablar de "masculino" o "femenino" en este caso dado que eso depende de la intimidad de la pareja, no necesariamente de roles de género) históricamente fue considerado como el proveedor de la casa, como aquel que tenía que traer la comida de afuera, llevar a la familia a algún lugar, encargarse de la parte sociable y mantener económicamente al resto. Eso es lo que aprendimos, lo que nos hicieron creer desde la cultura que conocemos probablemente desde hace algunos miles de años. 
La cuestión es que ese rol varonil deja de lado la expresión de los sentimientos. Recopilando un poco de información de situaciones que le sucedieron a estos dos colegas del alma, junto a lo que me pasó a mí o lo escuchado en otros núcleos familiares, este aspecto de la salud mental ha desencadenado formas de proceder con respecto a otrxs (sobre todo, de sus hijxs) que hoy nos resultan chocantes con respecto a nuestro desarrollo personal. ¿Qué quiero decir con esto? No son pocos los casos que vi en que el varón, al no saber cómo acercarse a su hijx y/o mostrar debilidad (porque eso es lo que le inculcaron de otras generaciones machistas: que el varón es fuerte, no llora, hace la colimba, se muestra heroico y con brazos fuertes para sostener el hogar) o que se equivocó termina realizando acciones poco satisfactorias para la persona que necesitaba quizás un abrazo, un consejo, un momento de reflexión compartida, una disculpa o un momento compartido donde expresar su propia debilidad y miedos. Y para quienes tenemos más de treinta años, hijxs de una generación que fue obligada a vivir la dictadura militar y recibir una educación castradora en cuanto a su salud emocional, puede resultarnos desconcertante ya que no se condice con nuestra propia forma de ver el mundo.
En nuestro caso tuvimos la transición de ese rol de género tozudo, físicamente activo, testosteronezco, intrépido e incluso serio a uno que puede dudar de sus decisiones, aprender a escucharse a sí mismo y a lxs demás, a pedir perdón, a mostrar sensibilidad, a intercambiar roles con mujeres y disidencias, a tener inquietudes que no necesariamente se condicen con la percepción social de su propio género varón.

Por otro lado, el rol de la mujer de la familia siempre cargó con otras cuestiones que la han colocado en un rol principalmente de sufrimiento y de estigma. La cultura la ha llevado a actuar como la "ama" de la casa, como la "cuidadora", la "débil" que tenía permitido llorar, la que debía tener todo preparado para cuando llegara el varón. Lamentablemente este tipo de actitudes siguen activas contemporáneamente en muchas familias occidentales y sobre todo en Medio Oriente, Asia y África (o sea, tres cuartas partes o más de la población global), incluso teniendo una pena de muerte (real o social) a quien se atreva a desafiar los roles de los varones patriarcales que dominan esos espacios. Esta cuestión, nos duela o no admitirla, siempre ha existido y sigue presente, pero lo que no vimos y descubrimos en esta charla fraternal fue la pesadísima carga que tuvieron y tienen las mujeres sobre sus hombros por el sólo hecho de ser mujeres. En este caso, aunque sí podría aludirlo a las mujeres actuales, me quiero referir sobre todo a mujeres de generaciones pasadas que, al día de hoy están más pendientes de lo que le sucede a las personas a su alrededor (a quienes consideran ellas o la sociedad que las acoge que deben cuidar, sin importar la edad) que a sí mismas, descuidando muchas veces su propia salud física o mental por el bienestar colectivo. No podemos ni siquiera imaginar el dolor que pueden sentir madres, tías, abuelas, o mujeres en general de otras generaciones que piensan que ellas deben cargar con el sufrimiento familiar porque ese es su deber ser, lo que se espera de ellas y la única forma de ser aceptadas socialmente. [Esto sin contar las múltiples violencias y micromachismos cotidianos que pueden sentir por el simple hecho de ser mujeres o de verse como una en una sociedad machista y misógina.]
Considero, como reflexión final, que lo que podemos hacer es intentar convencerlas de que ese peso puede ser amenguado en charlas compartidas con otras mujeres, para alivianar la carga, y reírse con risas de verdad, con compañeras que han pasado o pasan por algo similar pero tienen herramientas para cambiar su estilo de vida más positivamente, desde un lugar más "egoísta" si se quiere.
Y por el lado de los varones, habilitar espacios de diálogo, escucha y, sobre todo, perdón por los errores cometidos (siempre y cuando no hayan sido traumáticos) por no tener las herramientas emocionales para poder abrirse hacia otrxs y poder equivocarse o pedir ayuda.
No espero que nadie lea esto, pero necesitaba dejarlo por escrito acá, a modo de documentación, como hago siempre.