jueves, 12 de junio de 2025

Ciudadano e Saavedra, piel marrón de calamar

 Hay momentos que son históricos. Por sus características, por su épica quizás, pero son momentos irrepetibles. Vivir un nacimiento, una muerte o una consagración son ocasiones que se dan una sola vez. Y más si es la primera vez que suceden. Y lo que pasó el domingo 1° de Junio en Santiago del Estero fue único e irrepetible. Un momento que no se puede entender desde la lógica normal. Sino desde el futbol y su pasión.
Platense se encargó, en este formato mamarrachezco de torneo que armó el Chiqui Tapia a su antojo, de eliminar a Racing, River y San Lorenzo para llegar a la final contra Huracán. O sea que se despachó a tres grandes del futbol argentino en unos playoff para llegar a ganar su primer título de torneo. Antes de eso, claramente, se ganó el título de mata-gigantes, lo cual, para un equipo de barrio, es mucho decir.
Y para sorpresa y alegría de muchas personas, venció a Huracán, que había hecho una gran campaña y estuvo a punto de vivir su sueño de romper la racha de 52 años sin títulos.
Lo que más me gustó de esta final es que sabíamos que no iba a ser un partido comprado porque ni el club de Saavedra/Vicente Lopez ni el de Parque Patricios se caracterizan por robar puntos o comprar árbitros o partidos (hay sobrados ejemplos en el futbol mundial y sobre todo el argentino de estos casos pero no quiero meterme en quilombos nombrando tramposos). Si en esta final en particular el arbitraje decidió parcialmente favorecer a Platense, está difícil decirlo. Sí es cierto que hubo algunas jugadas en que le benefició pero no hubo alevosía y podría decirse que se cobró de una manera imparcial. El calamar ganó con lo justo, siendo ambos equipos más defensivos que ofensivos, y, fiel a su estilo, ganó con la mínima. No fue una final épica desde lo técnico sino reñida y definida por un gol, con la justeza que mostró el juego; ningún baile contundente como el PSG ni disparidad como se han visto en finales de la Copa Argentina.
Ahora bien, ¿por qué hablo de este tema? Porque Platense es el equipo de mi barrio: Saavedra. [Sí, podrían argumentar que la cuadra donde me crié y pasé 23 años de mi vida viviendo limita con Nuñez, pero también está muy cerca de Coghlan y de Belgrano, por lo que considero que la identidad la busca cada unx, no necesariamente de manera tan precisa como en otros espacios. Y a toda la zona que va desde la cancha de Platense en Vicente Lopez, pasando por la autopista hasta la vieja cancha que ahora es El Poli se la conoce como "corredor calamar", siendo la bandera marrón y blanco la que más se ve en esa parte de la Capital Federal.]
Si bien es cierto que de chico tuve muy poco juego en la calle y lamento no haber podido salir más a pasear y jugar en Parque Saavedra de niño y adolescente, sí lo hice de grande, habiéndome ya ido del barrio, dado que parte de mi familia sigue ahí. Como también era habitual frecuentar la zona entre los 12 y los 14 años gracias a amistades de la escuela: con mi mejor amigo del "Senet" (Escuela N°12 D.E. 10, a donde fui en 6° y 7° grado y al día de hoy sostengo que fueron los mejores años escolares de mi vida), que vivía a dos cuadras, íbamos a jugar al basket a la plaza que está detrás del Poli y, de hecho, muchas veces, no nos dejaban jugar porque éramos muy bajitos xD, como así también tenía una amiga en la secundaria que vivía por la Plaza Vicuña Mackenna (cerca de mi nombre de pasaje favorito: Plus Ultra) y recuerdo varias veces haberla ido a visitar. Estas anécdotas que cuento son entre el 2001 y 2003, pésimo momento de la Argentina para deambular por las calles. Después, cuando estuve en el Liceo pasé mucho tiempo estudiando o yendo a Belgrano, Colegiales, Chacarita o Vicente Lopez a visitar amistades, no tanto Saavedra. Siempre me quedó la espina de no haber jugado más con chicxs del barrio, a quienes veía seguido por ahí pero nunca me animaba a hablarles para conocerles más. Qué se yo, de chico no era tan lanzado como fui después de empezar teatro.

Ahora hablemos del aspecto futbolístico y lo que me involucra personalmente. En mi familia hay una tradición futbolera muy dispar: no tooooda la familia es de un mismo equipo sino que cada cual fue descubriendo su afición con el tiempo o con lo que siente, así como pasa con la religión (ya expliqué algo así hace unos cuantos años en otra entrada que hice de futbol, como también lo comparé con la tragedia griega en otro momento, lo cual será el disparador de un musical que escribiré en un futuro).
Vamos de atrás para adelante: mi abuelo paterno era hincha y socio de Independiente de Avellaneda, dado que se crió por esa zona e iba a la cancha asiduamente. Por lo poco que sé de él es que le encantaban los deportes, tales como el futbol y el boxeo, y que jugar al prode e ir a la cancha todos los domingos a ver la rojo eran dos de sus hobbies preferidos. Incluso llegó a ir a Brasil a ver al rojo por la Copa Libertadores.
En base a esas aficiones es que lo crió a mi papá, el cual también se volvió hincha de Independiente e iba a la cancha desde chico. Por lo que me cuenta él, era común cuando era chico que jugara por las calles de Sarandí (no confundir con el cuento de Silvina Ocampo) con amigos del barrio, los cuales eran algunos de Racing (Arsenal prácticamente no existía) y que cuando se jugaba el clásico, cada cual iba a alentar a su equipo, se decían de todo, y después volvían a jugar como de costumbre.
Mi abuela, por su parte, era nacida en Barracas, por lo que la hicieron de Boca desde chica (aún así iba al "sector femenino" de la cancha de Independiente a acompañar a su familia...donde se pasaba los 90 minutos cosiendo xD).
Mi hermano, por su parte, se volvió hincha de River en su temprana juventud, impulsado por un amigo cercano y más adelante por ver un equipo que ganaba con frecuencia, como era el River de Ramón Díaz, con Enzo Francescoli y Marcelo Salas. Él incluso fue socio y lo vio campeón de la Libertadores y estuvo presente en el catastrófico día del descenso. O sea, lo siguió en las buenas y en las malas.

Ahora que ya están explicado de dónde viene mi árbol genealógico futbolístico, explico mi punto de vista personal y cómo llegué a ser hincha del Calamar. Yo, de chico, tal como hizo mi abuelo con su papá y mi papá hizo conmigo, era hincha de Independiente, porque me gustaba verlo feliz a mi viejo cada vez que jugaba el rojo. Tanto es así que al día de hoy mi familia nuclear recuerda anécdotas en las que nombraba al "Panchito" Guerrero, el "Palomo" Usuriaga, la "chancha" Mazzoni, Mondragón o Calderón, grandes exponentes del Independiente de principios de los ´90, así como tenía un poster de Burruchaga jugando en el rojo en mi habitación de niño. Nunca fui de seguir todos los partidos ni fanático del futbol pero sí me interesa desde siempre el aspecto social: ese ritual mitomágico en que se convierte en arte el balonpié, para encantar a la población y hacerla vivir experiencias irrepetibles y únicas a partir de 22 jugadores y una pelota de futbol. 
En la adolescencia quise ir a la cancha y en el año 2005 mi viejo, por un tío lejano, consiguió dos entradas para ver a Independiente, aunque en la cancha de Lanús porque la estaban remodelando, contra Tiro Federal de Santa Fé. Un partido intrascendente y que resultó bastante pobre, no sólo porque en la tribuna rival había 37 personas (contadas por los periodistas de Futbol de Primera) sino porque a nivel futbolístico fue magro, incluyendo la expulsión del Kun Agüero casi terminando el encuentro.
Unos años después, me desligué un poco de esa pasión por el Rojo porque no la sentí más. Esto fue en mi época de joven universitario. Durante unos años fui un ácrata del futbol aunque con ganas de jugarlo, pero mi salud mental en esa etapa y la exigencia académica no me dejaban tiempo de reflexión.
Ya terminados mis estudios la historia cuenta que me fui de Buenos Aires. Primero Ostende, después La Plata. Fue en ese momento, promediando el 2013/2014 en que sentía que me faltaba algo. Algo que me uniera a mi barrio de la infancia para siempre. Alguna sensación inexplicable que me abrazara con mis recuerdos más hermosos de caminar saludando a la gente del kiosco de Chela y Lucho (quienes me vieron aprender a caminar), el cariño del negocio de El Greco (a quienes fui a saludar, guardapolvo puesto, el día que terminé 7° grado en el Senet), las facturas del Capitán Galán (donde mi papá compró hasta que murió el dueño y cuyos vidrios fueron reventados el día de la inundación del 2013), los outlets de Ricky Sarkany y de Natalia Antolin para darle glamour al barrio, las comidas de La Pedrera (con una foto del edificio, que conocí muchos años después) y las calles que me vieron crecer y partir. ¿Qué era ese algo? ¡Platense! Tenía que escuchar las paredes. Los grafitis, los gritos que venían del Estadio Ciudad de Vicente Lopez, al cual fui solo, con una camiseta trucha de Platense que regalé en Barcelona, dos veces a ver al equipo, aunque no conociera a nadie, pero porque sentía esa conexión con el equipo y con todo lo que lo involucra.
Después fue la peregrinación desde el exilio. Recuerdo vívidamente estar ya viviendo en Mendoza y seguir a Platense por el canal de Youtube Platensedeprimera cuando todavía militaba la B Metropolitana y sufrir junto a los relatores por el desempeño del equipo. Pero también disfrutar ese 2 de Mayo del 2018 el ascenso a la B Nacional. Solo en mi sucucho alquilado. Siempre solo. Disfrutando por mi cuenta y lamentándome de no tener a quien abrazar con un gol del triunfo. Era mi hobbie, mi descarga de la vida cotidiana que en ese momento era pesada, y a la cual se le avecinaba un periplo que no sabía cuándo terminaría.
En esa época me decía a mí mismo: "no me quiero morir hasta no volver a ver a Platense en primera". No por ser hincha "desde la cuna hasta el cajón", como son muchos, sino por lo que representa para mí: la nostalgia melancólica tanguera del barrio que me vio crecer. Y eso se cumplió el 31 de Enero del 2021, nuevamente frente a un Estudiantes (en el 2018 había sido Estudiantes de Caseros y en este caso Estudiantes de Río Cuarto). Lo festejé y me alegré mucho. Pero no sólo por el equipo sino por el barrio. Por MI barrio. El mismo barrio del "Polaco" Goyeneche, de murgas históricas como "Los reyes del movimiento" y "Los hijos del Rey Momo", de Juan Miraglia y lugar de residencia de la escultora Magda Frank. 
Continué viendo algunos partidos del marrón en primera división pero la transmisión se me complicó un poco por pasarla sólo en canales pagos, a lo cual yo no tenía acceso. Una de las pocas que vi me hizo sentir mucho orgullo pero no por el partido en sí (porque no reconocía casi a ningún jugador) sino porque relatores neutrales alababan lo lindo que estaba el campo de juego y cómo habían invertido en mejorar las instalaciones gracias al dinero ingresado al club. Ese gesto fue lo que más me gustó de todo lo que vi. Saber que había personas haciendo un gran trabajo no sólo desde lo futbolístico sino desde lo humano y posicionando bien alto en valores al club de mi barrio.
Y ahora ese mismo equipo es campeón de primera división por primera vez en sus 120 años de historia. El último equipo histórico del futbol argentino al que le faltaba su estrella. Es la prueba fehaciente de que si se hacen las cosas bien desde lxs dirigentes hasta los jugadores se puede llegar alto. Son un grupo enorme que están demostrándole a los equipos más importantes de primera división, y ahora a nivel internacional, que un equipo chico, de barrio, pero con historia puede llegar alto.

Cada vez que vuelvo a Buenos Aires voy ahí: al mismo lugar que me vio crecer y donde me crié. Las calles son las mismas aunque los negocios cambiaron algunos. La Avenida Cabildo tiene el metrobus, que cambió la fisionomía de la avenida principal. Cramer ya no es empedrado (y de hecho recuerdo cuando se lo sacaron y después vendieron los ladrillos en Europa quedándose esa plata en los bolsillos) y lxs pibxs de la Senet estamos distribuídxs por muchos lugares, vaya uno a saber dónde.
Crecimos. Formamos vidas afuera y nos llevamos una parte de nuestro barrio en el corazón.
Yo estoy en Mendoza. Me radiqué acá porque encontré mi lugar y encontré a las personas con las que quiero compartir este momento de mi vida. Por eso no me parece casual que ese domingo 1° de Junio del 2025 mi novia y compañera me haya querido acompañar a un bar a ver el partido. Debo decir que a pesar de estar con la persona que más quiero para compartir momentos fue un poco patética toda la situación porque no preví que acá casi no hay fanáticxs de Platense (si es que no soy el único) y no había dónde disfrutar bien el partido. Sumado al frío polar que hacía ese día. ¿Que si lamento no haber ido a Santiago del Estero a ver el partido en vivo? Es complicado. Estoy entre dos viajes familiares a Buenos Aires, que los considero una prioridad muy grande, y no se me cruzó por la cabeza ni viajar a SdE o a CABA luego para los festejos porque tengo la cabeza en otro lado. Mi compañera me dice que me habría acompañado. Sí...hubiera sido lindo, pero no sé. No lamento tanto el hecho de no haber ido sino el no haber deseado ir como sí deseo ir a visitar a mi familia cada vez que puedo. Quizás en unos años me arrepienta de no haber tomado una decisión correcta por el resultado, pero siento que estoy haciendo las cosas bien para mí mismo. Ya tendré más oportunidades para redimirme.
Lo que sí tengo claro es que el equipo de mi barrio ahora es campeón a fuerza de esfuerzo y coraje. Y eso no se lo saca nadie. Me alegro por el plantel, por lxs dirigentes, por lxs hinchas en todos los rincones del mapa, por la memoria del Polaco Goyeneche y por todas las personas que lograron hacer esto posible, porque Saavedra figure en las primeras planas del futbol internacional por su humildad y garra. Yo hago lo mío por reivindicar mi camino y las personas que amo, que por eso sí puedo decir que lo doy todo.
Espero que se multipliquen los logros para el calamar y para el barrio. ¡Vamos Platense Campeón!