Y heme aquí, después de tanto tiempo. El motivo por el que me demoré tanto en escribir este nuevo posteo es el hecho de que me mudé del útero materno (después de haber cortado a la fuerza el cordón umbilical).
¿Hay cosas para decir? Sin duda, pero no tenía la oportunidad viviendo en mi nueva casa, ya que carezco, creo que temporalmente, de internet en el lugar.
Terminé una etapa de muchos años de aprendizaje como bebé-niño-adolescente-adultescente-y adulto. Viví 22 años en la casa de Cramer, por lo que mi apego hacia ese departamento es muy fuerte, aunque en los últimos dos años fui aprendiendo a separarme, sabiendo que el viaje de mi vida apenas comienza.
El día que me mudé a la pensión en la que estoy no me dio satisfacción sólo por estar viviendo por mi cuenta, sino porque estoy haciéndole caso a mi mismo para comenzar la travesía épica que planeo. Es muy lindo tener proyectos y ver que se van concretando, aunque se tome su tiempo hacerlo.
No voy a olvidar al barrio de Nuvelano (Nuñez-Saavedra-Coghlan-Belgrano) donde viví tanto tiempo porque aprendí que hay zonas y personas de Buenos Aires que valen la pena, aunque me desagrade tanto esta ciudad cosmopolita.
Bue, no quiero aburrir más a mis lectores (¿¿¿quiénes???), por lo que voy a pasar a hablar del tema que tenía postergado.
Como declarado feminista me gustaría criticar un punto que usualmente no se tiene en cuenta en nuestra cultura por lo naturalizado que está, pero que merece al menos una opinión: el futbol y su relación con el género.
Más allá de que mucha gente crea que el género es una invención cultural y que no existimos varones y mujeres y pakis y gays tan por separado como nos quieren hacer creer, siento que abordar el tema desde esa óptica me llevaría a ciertos conflictos que en este momento no puedo resolver, por lo que voy a simplificarlo hablando desde el punto de vista más popular.
Históricamente se relaciona al deporte del balonpie con el género masculino, teniendo en cuenta que en la época en que se creó, dificilmente las mujeres pudieran patear algo más que indignación y desprecio. Hoy en día, por suerte las damas se atreven más a jugar y a demostrar que a pesar de que es un deporte que puede llevar a la violencia con mucha facilidad, no deja de ser una diversión para cualquiera.
Alguien podría cuestionar la habilidad física de las mujeres con los pies, pero debo recordarles que no todos los que jugamos al futbol como imposición cultural desde que aprendimos a caminar tenemos el nivel de Messi. [Sin ir más lejos, yo descubrí de chico que no sirvo para tener precisión con los pies y que si no voy al arco, mejor ni juego.] También recomendaría que vieran partidos de futbol femenino de Estados Unidos que, no tendrán el nivel del Barcelona, la Juve o el Manchester, pero por lo menos le ponen más garra que Independiente o Estudiantes.
Ya desde chiquitos, al menos en Argentina y deduzco que en otros países futboleros también, se relaciona intrínsecamente al nivel de testosterona en sangre con el disfrute de este deporte. Como si hubiera una conexión directa entre patear una pelota y tener la voz grave o vellos en el cuerpo. Si no te gusta el futbol de chico y sos varón, es porque tenés tendencias homosexuales; y si te gusta y sos mujer, sos una tomboy (me desagrada en término "marimacho", por lo que no lo voy a usar).
Si el caso fuera asi, ya habría estudios planteados sobre "cómo determinar indefectiblemente la sexualidad de su hij@ desde los 7 años", cosa que me parece sumamente absurda.
¿Hay mujeres que les gusta el futbol? Por supuesto. ¿Hay varones que no lo juegan? También. Y no por estas características está algo determinado. Si, en la carrera de periodismo deportivo hay pocas mujeres, eso es cierto, pero es porque todavía estamos en proceso de cambio y transformación cultural. Hasta hace no más de 20 años era inadmisible que hubiera chicas que hablaran de deportes a la par que los varones y hoy ya hay comentaristas femeninas de futbol de primera división.
Pongo este comentario porque yo los últimos cuatro años y medio de mi vida los pasé yendo al terciario de un arte que en una época era considerado para homosexuales y prostititutas (y al día de hoy hay gente que se pregunta qué voy a hacer cuando deje de "jugar a ser actor") y no tenía ningún valor moral.
Yendo hacia los varones que lo juegan profesionalmente, quiero hablar de algo que me da mucha bronca que pasa hoy en día con el futbol argentino (y no sé si internacional).
Cuando en la antigüedad un hombre lloraba o se quejaba de algo que le sucedía se le decía "maricón" (fag o faggot en inglés). Hoy en día, entonces, yo podría decir que el futbol está lleno de maricones, aunque su término se utilice despectivamente y sólo para los homosexuales. Y como yo no quiero hacer ningún comentario ofensivo hacia los gays, debo preguntarme cómo llamar a los jugadores de futbol (reitero, un deporte para "hombres") que al menor toque o pisada de un rival se tiran al piso exagerando grotescamente la acción. Más que de la escuela de Bilardo o de Menotti, como se conoce en la jerga local, parecen de la escuela de Lito Cruz o de Julio Chavez.
¿Dónde quedó el futbol de verdad, con jugadores que dejaban la vida en la cancha y hacían que los partidos duraran 90 minutos casi completos? No es que alguna vez fuera fanático de eso, pero mi viejo y mi hermano si y como soy argentino me importa como tal.
No puedo dejar de pensar, cuando hablo de este deporte, de grandes genios que nacieron en esta tierra, intelectuales, sabios, y talentosos que no degradaban a aquellos que los disfrutaban, sino que se sumaban a su disfrute, casi como si fuera una pasión religiosa.
¿Por qué religiosa? Es usualmente todos los domingos; en masa te produce una energía casi espiritual; te une con gente desconocida para hablar de algo en común; es hereditario desde la casa; te hace gozar o sufrir por algo que te excede; y tiene como fin último el amor (por la camiseta, por la fé, por una historia, por un pasado, presente o futuro).
Se me vienen en este momento a la mente el Negro Fontanarrosa y Caloi, que hicieron varios estudios sociológicos desde sus roles de narradores y humoristas gráficos, para explicar cómo está este deporte tan arraigado a nuestra cultura tana-española-judía. Por eso mismo yo me amigué con esta parte de nuestra identidad como argentinos, que es tan nuestra como el lunfardo porteño, el humor cordobés, o el malambo catamarqueño.
Para finalizar esta entrada me gustaría felicitar a los que crearon la Copa Argentina, que me parece maravillosa, como también a los que hacen que el Gran DT sea tan accesible y fácil de jugar (y donde una persona como yo hace un promedio de 85 puntos por fecha o más).
Espero que hayan disfrutado esta entrada y que se arme algún debate copado partiendo de lo que yo escribí. Aspiro a que lean esto tanto fanáticos del futbol como gente que en su
vida vio un partido de la selección y aborrece que en la época del
mundial se pare el mundo por un mes.
Hasta la próxima.
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