viernes, 15 de octubre de 2021

Lo frágil de la locura

Hay un tema que siempre me quedó latente para escribir en el blog y ahora que estoy empezando a encontrar un equilibrio dentro de la vida que quiero tener considero que puedo hacerlo. Se trata de la salud mental (aprovechando que hace unos días fue el día mundial en que se habla del tema).
Este diría que fue uno de los grandes descubrimientos que se me dio en mi vida, derribando mitos que pensaba desde chico. Creo que no me pasa sólo a mí, sino que a muchas personas más, teniendo en cuenta que no se visibiliza de la misma manera la salud física que la mental aunque ambas tienen iguales relevancias en el funcionamiento del cuerpo humano.
Damos por sentado que todas las personas tienen un desarrollo "normal" de su bienestar mental pero a medida que te adentrás en la vida adulta ves que no es así, que de hecho la gran mayoría de las personas tienen algún trastorno que debería tratarse con profesionales. Ya sea referido a la depresión, la bipolaridad, la abulia y el desgano, el espectro autista, retrasos madurativos, trastornos de ansiedad, TOCs, desórdenes alimenticios, hiperactividad, problemas en la capacidad de empatía y dilemas sociales, o un larguísimo etcétera que estoy seguro que mientras leés esto vas pensando en algún familiar o amig@ que padece o te ha comentado conflictos referidos a alguno de estos temas.
Tan común como tener una mutación genética o algún accidente que te haya invalidado una parte del cuerpo para realizar alguna actividad es que se tiene alguna condición mental, aunque sea de manera leve. El problema reside en que las imágenes de "cuerpos perfectos" que muestra la televisión y las series en general en pocas ocasiones transmiten con naturalidad que se pueda tener un conflicto desde el plano mental. Y por eso considero que es algo de lo que me compete hablar, siendo que se está dejando de lado una parte fundamental de la construcción del personaje (¿hace cuánto no citaba a Stanislavsky?) que se trata del conflicto interno, tanto así como su relación con l@s otr@s (conflicto con un otro) y con el medio que l@ rodea (conflicto con el entorno). Me surgió hablar de esto ahora porque estoy trabajando el tema a diario, sumado a que estoy viendo la tercera temporada de "Sex Education" y me causa gracia que trataron de poner todos los conflictos posibles en una sola serie, de una manera exagerada, pero dando a entender de que todas las personas tienen algún padecimiento o alguna condición no-normativa en la sociedad y que no debería ser eso lo que resalta de cada un@.
Me llama cada vez más la atención poder adentrarme en las familias con las que trabajo y descubrir todo lo que les sucedió para que lleguen al punto en el que están, a la vez que trato de salvar las cagadas que derivaron de un año de encierro. Más allá de las muertes, lo cual es obviamente un punto muy doloroso, lo peor que nos dejó la pandemia fue la desnudez que nos dejó a nivel de salud mental y la fragilidad con que quedaron algunas personas, siendo que en ocasiones les destrozó la psiquis el hecho de estar casi un año encerrad@s. Acá es donde puedo compararlo con una guerra, por las consecuencias catastróficas que nos dejó aunque más que nada dentro de nuestras cabezas y nos mostró que más allá de lo que comunicamos al mundo, seguimos siendo prisioner@s de nuestro lóbulo frontal desarrollado, con una sensación de encierro que puede que nos persiga en un futuro, aunque con la "tranquilidad" de que ese dolor es compartido por otras 7 mil millones de personas en el resto del mundo.
Hablando desde un plano más personal, me tomó muchos años comprender que las vidas que yo veía a diario no se correspondían con lo que pasaba en la televisión desde la sanidad mental. Y más años todavía poder comprender lo que me pasa adentro de mi mente (lo cual sigue siendo una incógnita en ocasiones), dándome cuenta de los errores que cometí y cometo porque no comprendo ciertos aspectos que para otras personas son evidentes; en mi caso son las convenciones sociales y las relaciones sentimentales lo que más me cuesta y lo que sé que tengo que trabajar para no lastimarme o lastimar a otr@s. Muchas veces no le encuentro sentido a percepciones que veo en otras personas como el miedo al fracaso o el "tacto" para hablar de ciertos temas, o el temor a ofender a otr@s cuando se habla. Sé que esta va a ser mi condena porque es un riesgo que tomo en cada paso que doy, pero no vine al mundo a caer bien sino a decir lo que pienso y transformarlo en un espacio más apacible para que las generaciones futuras puedan vivir mejor.
Ya adentrándome en la etapa de la vida que me toca transitar y por la experiencia que me dieron los años, pude ver que en la convivencia diaria se desnudan muchos aspectos que en otras ocasiones o para algunas personas pueden resultar insoportables (por eso trato de espantar a las personas diciéndoles que es una tortura vivir conmigo, aunque yo sé que no es así) que tienen relación directa con el pasado y presente de la persona y lo que nos hace más humanos, cuando estamos despojad@s de las máscaras que nos obliga a ponernos la sociedad. Y lo digo sabiendo que serían pocas las personas con las cuales podría convivir de aquí en más, siendo una de ellas de la que estoy enamorado hace tantísimos años y la cual acepto conociendo sus condiciones mentales y todo lo que sufrió (y sufre) por consecuencia de no ser "normal" o porque las personas a su alrededor la lastimaron por no darle un espacio de desarrollo para su capacidad, más allá de lo que mostrara por fuera.
También planteándome con más fuerza el rol de la paternidad que puede que tarde unos cuantos años más en aparecer pero que voy estudiando como si fuera una tesis de vida que voy a rendir cuando me sienta preparado para hacerlo.
Esto era lo que quería decir y comunicar desde este lugar, ya más cómodo que en otras ocasiones y a pocos meses de asentarme definitivamente en un departamento donde pueda desensillar todo lo que fui acumulando en los últimos casi ocho años de vida, sumado a lo que había vivido antes de eso. Es mucha información para asimilar, mucho material para ordenar, y muchos libros por (re)leer para tener todo como quiero, aunque en constante dinamismo.
Espero que este posteo haya dejado más preguntas que respuestas y que sea el puntapié para poder hablar de lo que nos pasa por dentro, siendo que por suerte el mundo se va abriendo cada vez más a aceptar que no somos personas iguales y que la sanidad mental es una utopía por alcanzar, siendo más coherente buscar un equilibrio de fuerzas internas más que una falsa perfección de fantasía.

sábado, 2 de octubre de 2021

Ángel de la soledad

 No puedo pretender que todas mis entradas sean sobre política y crítica social. Hay días en que necesito expresar lo que tengo dentro, lo que soy y lo que construí adentro mío en los últimos 32 años.
Estoy saliendo de mi zona de comfort de viajes por primera vez desde hace muchos años y encontrándome con lo que acumulé adentro mío para ponerme a pensar en qué es lo que realmente me pasa. Y comenzar a trabajar en el mundo de la salud mental también hace que reflexione sobre mi pasado y presente, y sobre la vida que tengo.
¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Para qué hago lo que hago? ¿Cómo fue y es mi vínculo con las demás?
No es fácil llegar a la adultez entero y sin rasguños. Pero los años van enseñando que parar la pelota te enfrenta con el espejo, te guste o no lo que ves. Y sí, me gusta lo que veo, amo mi reflejo y me siento muy orgulloso de todo lo que logré hasta ahora, sabiendo que es el primer paso de todos los que voy a dar. El dilema no es ese por suerte, sino la alteridad. Las cenizas que quedaron en el suelo de la última vez que alguien me dijo buen día apenas me desperté y los resabios del aroma de una noche de sueños compartidos. El desgano de salir a buscar algo que no sé cómo encontrar ni con la paciencia que tenía hace unos años de soportar teorías inconexas. Ya no soy el que era de chico, aunque el reclamo es el mismo, desde otro lugar, del mismo frente. 
Los días soleados ayudan a florecer, ese es mi consuelo. Y mi caballo de metal me ayuda a llegar más rápido al lugar que desconozco, siempre yendo con la soledad a cuestas. 
Cuesta.
Soy áxido y sin filtros, me siento a veces adicto y procastinador porque la voluntad no alcanza para llegar a donde quiero llegar. Son pensamientos etéreos, vanas preguntas que quedan en el aire, incógnitas que se resuelven trabajando duro y encontrando palabras bonitas en voces sin rostro. O al menos eso es lo que dice la teoría. La realidad es un poco más compleja y sin finales felices.
Me toca enfrentarme a mí mismo y darme cuenta que sólo yo me tengo cuando me necesito. Cuando el abrazo puede ser salvador pero pedirlo, innecesario. Inspirarse en las incipientes nubes hasta verme desnudo con mi alma sola. Rogarle al futuro por seguir siendo yo el resto de mi vida.
Compartir lo que más anhelo sólo para que la otra persona me sonría cuando se lo digo y le hablo del tema.
¿Pero esto te pasa siempre? No, sólo a veces estoy así, pero es necesario decírmelo y comprenderlo para poder trabajarlo. Soy una mezcla de contradicciones que camina a un paso que a veces parece detenido en el tiempo y por otras como un haz de luz que no se muestra con facilidad, que no deja pasar el malestar ni hacerlo notar a los demás. No son las miradas, es el yo.
Regurgitarme y escupir lo que mejor sé hacer que está mezclado en ese mazo de cartas que barajo con paciencia sin final.
Resucito la acción poética que se esconde en las paredes de mi mente para mostrarme que no sólo soy una materia gris bonita y admirable. Tengo un corazón latiendo con fuerza, y tengo necesidades como cualquier ser humano, aunque no no no lo manifieste con agudeza.
Soy un virus en el Sistema, un glitch en la formación de esta generación, un error en la Matrix que busca la antipsiquiatría antes que tomar las pastillas. Pero más allá de las jocosas etiquetas, sigo siendo yo. Una persona común y corriente, que come, que bebe, que ama y es amado. Que espera a la Mesías con la mesa preparada todos los días y una lista de temas para una conversación agradable, haciéndole creer que no la extraño y no la esperé todo este tiempo. No sé si el amor existe, pero mis sentimientos son eso, lo que me dicen que son, sin tapujos, sin presiones y sin pestañear porque quizás pueda hablar mucho de mí y nunca me falten temas, pero la vida está hecha para ser compartida.