Fantaseo con el día de dejar de escribir poesía, pero ese mundo es un mar tan abrupto y tangente como las olas que se esparcen por mi cabeza en busca de paz y perdón.
Dejo flotar a mis pensamientos para que dejen dormir a las ovejas eléctricas de mi futuro imperfecto, de aquel corredor de cuchillas que galopa hacia un horizonte del mal, enbelecido por una generación que no entiende la palabra "Respeto" ni Perdón.
Te espero como ese ratón empedernido que busca pero no encuentra. Amargo por haberte dicho que eras falsamente poeta sin pensarlo y arrepentido de no tener cinco años menos. O ser 700 kms más estrecho (no, no pensé en la canción de Porta acá. En serio lo digo).
Desconozco lo que serían nuestras vidas si no hubiéramos cruzado nuestros caminos y nunca me hubieras dicho que cada segundo lo decide uno. Sé que no estoy atado a nada más que a mi mismo. En quién estaría pensando ahora o siquiera si estaría pensando en alguien. Pero me alegra que sea así. Sos ese acertijo que no quiero descubrir pero que me intriga a cada segundo. Sos la fantasía de un futuro decadente envuelto en las ruinas de mi amansada virilidad.
Te extraño. Pero me sigo sintiendo extraño aunque esté el boceto de esa vida en conjunto. Aunque vos sacrifiques casi tanto como yo hice por vos por perseguir un sueño que no se sabe si existe en verdad. Por ver una cara de la moneda que ningun@ de l@s dos sabe si es real o una falsa imitación barata.
Cambio de paradigma. Vuelco mi amor hacia la facultad que tengo de crear proyectos nuevos a cada segundo y de llevarlos a cabo en forma de arte. Desplego mi creatividad en pos de la Libertad (que poca gente lo entienda o no, no es mi problema) y le hago burla al Sistema que me quiere encerrar.
Me preocupa el hecho de quedar atrapado en las garras de este engranaje, esta rueda de hamster que no deja salir a nadie sin permiso. Este bucle infinito hacia la nada misma, que pone en un olvido eterno a las personas que viven "satisfechas y felices", regocijadas en el pauperismo atroz que ofrece el Capital. Me preocupa. Sí, no puedo negarlo.
Me derrumbo pensando en la poca posibilidad de inserción docente que tengo después de pasar un año espectacular dando cátedra en el nivel más difícil del juego, con la hoja de trucos al lado (aunque aún así sigue siendo más duro que vencer un nivel extra, sólo frecuentado por expert@s).
Camino y sigo, porque caminar hace mi camino y si no me muevo o me quedo quieto, siento que muero. La comodidad no va conmigo, como tampoco lo hace la espera impaciente de algo que me merezco en buena ley. Seguiré tocando puertas, molestando como sólo yo sé hacer, provocando, discutiendo, inmiscuyéndome y ladrando hacia las personas que se me cruzan, esperando a que Kairós me tire un hueso y resurja de mis cenizas el fenix de la felicidad docente. Esa gota de entusiasmo que me hace levantarme todas las mañanas con ganas de vivir, con ganas de ayudar y con ganas de ser eterno en mis-sus pensamientos.
Empujo mis vida sentimental y social hasta el límite, donde no me pueda ayudar nadie sino yo. Estoy solo. Y siento esa soledad de estar solo conmigo mismo y disfrutando del quién soy, pero no como a principios/mediados del año pasado. Esta soledad no se comparte, aunque el espacio y mi estabilidad emocional sí lo pretendan. Me muevo. Me muevo mucho. Pero mi personalidad movediza por ahora me está estableciendo vínculos lejanos a lo que busco (aunque poniéndole mucha fe a la vejez, irónicamente, que es quien más me puede ayudar en este momento). O la vida de desconocid@s ric@s que me abran las puertas de sus casas sin conocerme.
Sí, estoy loco. No hace falta que lo digan de nuevo. Pero estoy desesperado por dejar de estar desesperado.
Mientras tanto me aguanto las ganas de llamarte y decirte que te quiero. Podría seguir escribiendo esto eternamente con conjuros infames sobre formas de decir que el amor es un juego de tontos y que l@s niñ@s no tienen la más puta idea de lo que es la vida, si supieran lo que es esto.
Recito poemas y canciones al son de una balada que nadie escribió jamas y arrullo Navidades en la temporada de lluvia, cuando el cielo es gris y el malestar aparente. Como esa fruta que no deja marchitarse, pero se impacienta porque se vaya la mala semilla.
Dejo estos versos simples, forzados y obligados para situarme en el plano de la realidad y mostrar por primera vez en papel al mundo real mis pensamientos más expuestos.
Mi primer fanzine está listo.
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