domingo, 16 de junio de 2013

Grind your depression

Aqui estoy yo de nuevo, escribiendo sobre lo equilibradamente desbalanceado que es mi estado de ánimo. No creo ser la única persona que tiene crisis internas y se cuestiona sobre sí todo el tiempo, pero por lo menos me gasto en decirlo.
No tengo muchas ganas de "andar de bajón" o de entristecerme nostálgicamente por un tiempo pasado mejor. Curo mis heridas con agua de manantial de proyectos y sueños. No derivo en un mar de botellas o de amistades de una sola noche; para eso está mi cabeza, que casualmente me acompaña a todos lados.
Desparramo soledades a cada lado que voy y me siento un enviado de la nada que juega al enfermo el día que tiene que encontrarse con alguien que le va a cambiar la vida. ¿Mi excusa? La falta de credibilidad en lo ajeno. Escupo en el silencio y vomito en la razón, que me dicen que siga cambiando todo el tiempo hasta encontrar mi camino de tránsito agónico.
Suspiro en la juventud, aconsejo, marcho, milito, busco, bravo. Nadie te obliga a ser una buena persona, pero a muchos les gusta que seas parte de la sociedad y te adaptes como alguien que no discute las reglas, sino que las acata. Yo saco las pegatinas del subte que dice que no se permite estar entre vagones porque...eh...porque...¿te podés morir? Y la gente me critica, me rechaza y me censura sin siquiera tener una razón lógica para hacerlo. ¿Si me quiero matar yo solito, qué pasa? Escupo sobre tu sistema de morondanga y nunca dejo de molestarte, porque así aprendí a hacer desde los 16 años. Tengo 7 años de lucha encima hasta ahora y de discutirme tooodos los días quién soy y qué quiero hacer. Me escucho a mi mismo y me doy fuerzas para soportarme y soportar a los demás. Pero a veces me toca perder, como ahora.
Doy giros constantemente, voy a un choque, vuelvo y doy otra vuelta más para jugar conmigo como si fuera mi Doppelganger (¿será por eso que me atrae casi inconscientemente el Derby?).
Elevo la cabeza para que no vean que me voy a la B como mi religión de la infancia. Ahora estallo en mil pedazos por dentro y cada rincón de mi ser está embebido por una esencia vacía y con rayas. Blanco y negro como un ref, pero ambos gritan -LUTO- a cada paso que doy. Me corto con los cristales de mi abandono, de mi indecencia, de mi falta de cuidado al decir las cosas o pensar en mi y en mi relación con los demás. La convivencia que tanto trabajé en clase y logré tranquilizar en mi mundo, se ve ajetreada por los golpes de mi consciencia. Busco un lugar donde esconderme y encuentro una plaza. Un par de árboles malheridos y viejos, que lamen mis heridas y me dejan petrificado en savia natural.
Poemas de amor que nunca llegaron a destino, enviados por las mujeres que nunca pude tener y por un Bukowski que me dice "te lo dije". Nunca fui fan de ningún autor ni admirador de ningún escritor en particular, pero sí quedé atrapado por una que otra dama de mediana sociedad que me maravilló con su belleza. Lástima que en este momento no esté acá para darme palabras de aliento.
Pienso en la muerte y en lo que significa para mi. Me da vida, me enseña a enseñar antes de morir. A que puedo llegar a donde me propongo con solo pensarlo. Me da fuerzas para vivir cada momento y decirme "por algo estoy vivo y yo soy yo". Me da esperanza de que soy el que soy porque alguna vez mucha gente murió para que yo esté acá peleando por lo que peleo a toda hora. Me da pena, porque no se la respeta lo suficiente; no podemos hacer una mercadotecnia barata de la muerte de una niña inocente de 16 años que está bailando con Ángeles en este momento.
No me gusta leer estas entradas un tiempo después porque me doy mucha pena, que es justamente lo que quiero evitar en los demás cuando lo hago. Lo inmortalizo acá porque es lo que pienso y no entiendo por qué debería ocultarlo de alguien. Golpeo las teclas con una crudeza imbancable realmente, como si la computadora me estuviera abrazando y prestando su hombro para llorarle mis penas interminables. Pero los hombres no lloran, dicen. Sólo recepcionan el llanto de las débiles, o de las cretinas. Eso dicen los que no encuentran consuelo cuando lo necesitan y se ven al espejo y se odian. (¿Yo hago eso?). ¿En qué me convertí? ¿Por qué no me gusto ni puedo revelarme a mi mismo lo que realmente siento por la humanidad y todo lo que la circunda? ¿Será que me temo en realidad? ¿Que busco ser otro en algún momento? Que busco ser...
Voy dejando este lamento argentino para discutir un poco conmigo mismo. Hoy es uno de esos días del amor, del padre, o no sé qué mierda, y mi papá, aunque realmente se cague un poco en la sociedad, se ve obligado a encontrar una excusa un domingo al mediodía para comer con sus dos mejores hijos; los que lo acompañan toda la vida y no lo dejan sufriendo en el camino.
Necesito encontrar a esa mujer perdida, que vaga por el horizonte buscándome, también cabizbaja, pero con un novio que no la entiende pero la satisface sexualmente (o eso se quiere hacer creer).
Mi cuerpo me duele de solo buscarla y me da mensajes erróneos, para llevarla a algún lugar que no sé.
Me voy a soñarla, vamos que necesito tiempo para ello. O al menos a ver en mis fantasías a las que no me rechazaron totalmente y me quieren un poco. Aunque no un mucho como PAReja, que es lo que busco.
Goodbye, darling. Te veré pronto, linda.